Durante el otoño la piel tiende de forma natural a descamarse: se eliminan las células muertas y aparece la excesiva queratinización que se ha acentuado durante el verano. El cambio de temperatura disminuye la microcirculación cutánea y con ello, también el aporte de oxígeno a través de los capilares sanguíneos.
Es por esto mismo que en otoño la piel suele aparecer más opaca, sin brillo y con signos de flacidez.
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